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jueves, 4 de agosto de 2011

CAPÍTULO 4
¿CÓMO?
VÍCTOR


¿Pero qué le pasa a Isabel? Ejem, no puede dejarme un día solo, la verdad es que ya se parece a mi madre diciendo que debería tirar ya ésta gorra vieja. Pero no, para mí, esta gorra significaba bastante. ¿Por qué? No quiero hablar del tema y punto. No quiero dar explicaciones sobre ese tema. Pero es que ya tirarme el libro encima, es gordo. Acaricio la portada del libro, entonces, me acerco más.
-Lo siento-Susurro, sabiendo que el libro me escucharía, entonces, miro a mi alrededor. Nadie me ha visto. Después de esto, me echo a reír, pero silenciosamente. María del Carmen me mira extrañada, ya que hace unos segundos Isabel me había tirado el libro en la cara y yo estoy aquí, tan tranquilo, riéndome. Mi risa apenas se escucha, pero María del Carmen me conoce desde hace mucho y sabe cuando me estoy riendo. Cuando consigo calmarme – después de unos minutos – me levanto de mi asiento y dejo el libro donde estaba. Me dispongo a marcharme ya, porque sin Isabel y sus guantes, no puedo hacer nada con el libro. Entonces, en la entrada de la biblioteca, encuentro una cosa bastante extraña. ¿Es que a un niño se le ha caído un juguete? No, ninguno ha entrado en la biblioteca. Lo cojo y al observarlo mejor, veo que es un móvil de esos táctiles. Como Isabel ha sido la última que ha salido – aunque, en ese momento solo estábamos unos niños de bachiller y nosotros – supongo que es de ella. Suspiro, con las prisas, se le debe de haber caído. No sé ni si quiera para que lo recojo. Sé que llamará y yo tendré que darle el móvil por educación. Ella no dirá ni gracias porque estará enfadada conmigo por lo que ha pasado hoy. Es algo infantil, se nota bastante con lo que ha montado en la biblioteca. ¿Acaso ella puede leer con un ruido así? Pues que extraño, para mí me resulta imposible. Quizás sea de otro planeta y ella para leer necesite que una niña le esté dando la tabarra. Me río yo solo otra vez al pensarlo. Cojo el móvil y lo meto en el bolsillo, seguro que llamará, al menos, es lo que haría una persona normal y corriente. Si es que ella es normal, vuelvo a repetir. ¿Y si el raro al final soy yo? Bah, tonterías. Camino hacia mi casa, tranquilamente, sintiendo el móvil en el bolsillo y procurando que no se caiga – si es así, Isabel me matará seguro – Hasta que llego a mi casa. Miro el cielo, intentando averiguar la hora. ¿Pero qué estoy haciendo? Tengo en reloj de pulsera justo aquí. Lo miro, si, efectivamente. Son las seis, así que la biblioteca ha cerrado. Llamo a la puerta, ya que el timbre se ha estropeado y creo que mamá tardará bastante en arreglarlo. Espero, pero no aparece nadie. Llamo otra vez y nada. Y llamo otra vez.
-¡Abre la puerta de una vez! ¡Soy yo, Víctor!-Exclamo, entonces, alguien abre la puerta. Muevo una pierna hacia delante, pero me choco con algo. Espero ver el rostro de mi madre, pero en vez de eso, me doy en las narices con una barriga enorme. Miro hacia arriba y puedo ver la cara de un señor enfadado. Está sin camiseta y con una cerveza en la mano. Creo que me he equivocado. Voy a abrir la boca para hablar, pero el hombre me interrumpe.
-¡Maldito gamberro! ¡Largo!-Cierra la puerta, por poco hace que me pille el pie. Suerte que tengo reflejos y lo he apartado a tiempo. Suspiré y entonces, miré el número. Es el... 16, pues mi casa está al lado, el número 18. Mira que equivocarme...
Me dirijo hacia mi casa, pero la puerta ya está abierta y mi madre me mira con cara rara.
-¿Qué pasa?-Le pregunto.
-Te gusta molestar al vecino de al lado, ¿eh?-Me dice, poniendo los brazos en jarra.
-¡Pero no era mi intención! Yo solo me equivoqué de puerta, creí que estaba llamando a casa.
Ella frunce el ceño.
-Y yo soy tonta, ¿no? ¡Entra! Y que no vuelva a ocurrir-Abro la boca para hablar, pero mi madre hace su famoso gesto de: “Terminó el tema y gano yo porque soy tu madre” Suspiro resignado y hago ademán de subir las escaleras para ir a mi habitación, pero mi madre me detiene.
-¡Primero a la ducha!-Exclama, como si me hubiese leído el pensamiento. Suspiro de nuevo, y yo que pensaba que hoy me iba a librar de la ducha...

[…]

No, no preguntéis. Me tengo que ir a duchar demasiado temprano. ¿Por qué? Y yo que sé, normalmente, me voy a duchar a las nueve o a las diez. Subo a mi habitación, para coger la ropa y luego dirigirme al cuarto de baño. Antes de nada, dejo el móvil de Isabel en el escritorio, la bronca que me caerá si lo meto en la canasta y mi madre lo lava. Un escalofrío recorre mi espalda nada más pensarlo. Nada más dejar el móvil encima de la mesa del escritorio, empieza a sonar. Era una canción tocada a piano. Mira que gustos tiene la niña... Y llama justo en el mejor momento. No sé como, pero le doy al botón para coger la llamada. Me pego el móvil a la oreja.
-¿Hola?-Dice una voz, que, como no, es de Isabel..-Soy la propietaria de este teléfono, ¿sería tan amable de devolvérmelo? Podría dármelo en el parque o...
-Sabía que llamarías, ¿quién no lo haría?-Le interrumpo. Se hace un momento de silencio, hasta que Isabel reconoce mi voz.
-¡Víctor!-aquí la prueba de que sabe que soy yo-¿Cómo has podido? ¡¡Me has robado el móvil!!-Me quedo atónito ante la acusación. ¿Pero esta niña es tonta o qué?
-Si, he robado tu móvil y voy a sacar bastante con él, me pillaste-Respondo, con sarcasmo.
-¡Lo sabía!-Al parecer, Isabel no comprende lo que es la ironía-¡Eres un ladrón!
-... ¿eres tonta o qué?
-¿Cómo?
-No te he robado el móvil, es una broma. ¿Sabes...?
-¡Una broma!-Me interrumpe ahora ella-¡Una broma! Así que estabas enfadado y decidiste cogerme el móvil para gastarme una broma. Qué bonito.
Mira, pues me equivocaba. Isabel sabe lo que es la ironía.
-Me refiero a lo que dije antes, sobre mi “confesión” sobre que te robé el móvil. No te he robado nada, solo estaba tirado en el suelo y yo lo he cogido.
Se escucha un bufido al otro lado del teléfono.
-Oh, vamos, venga ya. Has llamado para que te devuelva el móvil, ¿no?
-Vale.
-Bien... dijiste que en el parque. Pero, el caso es, ¿qué parque?
-Cuando digo el parque me refiero al que está al lado de mi casa.
-¿Y dónde está tu casa?
Isabel me da muchas indicaciones para saber donde está su casa, yo las apunto en un papel, para que no se me olviden. Entonces, la voz de mi madre resuena desde abajo.
-¿¡Víctooor!? ¡A la ducha!-Dice, por su tono, parece estar desesperada o tiene prisa. Ladeo la cabeza, Isabel calla un momento. Se puede escuchar una pequeña risilla.
-Bien, esto es todo. Y ahí está mi casa.
-Pero, ¿no sería más fácil decirme el parque?
-Eh... Bueno, como mañana es domingo, nos vemos temprano.

[…]

Salgo de la ducha, en unos diez minutos. ¿Eso es lento? Pues a mi madre le parece lento, porque ha estado todo el rato gritando y diciendo que me diese prisa. Estoy el pelo mojado, ya que mi madre no soporta la espera. Y hablando de ella, ahora está subiendo las escaleras. Al verme, exclama:
-¿¡Aun no te has vestido!?
-Estoy en pijama, ¿quieres que me duerma con unos pantalones vaquero?
-¡Es que vamos a salir fuera!
-¡Pero no me lo has dicho!
-¡No me contestes y vístete de una vez!
Me meto dentro de la habitación, entonces, miro en el armario. Seguro que si me visto como me da la gana, me dará un chillido y me dirá que no, que me ponga algo que me ha comprado así. Me imagino la conversación:
“Víctor, no te pongas en chandal, que vamos arreglados.” o “Víctor, limpia esos zapatos” y seguro que la pelea de todos los días: “Víctor, ¡esa gorra fuera!” Nah, si al final voy a tener que salir sin ella. Cojo la ropa que me había comprado hace poco – quizás así me deje llevar la gorra puesta, son mis manías – y me visto rápidamente.
Mi madre está aun en la ducha, pero salió de esta con el pelo seco y liso y los labios pintados. También con medio kilo de maquillaje. Y ya, sabía lo que iba a decir:
-¡Víctor! ¡No quiero que mi hijo parezca un rapero! ¡Esa gorra fuera!-Y lo sabía. Niego con la cabeza y me encojo de hombros, con una mirada que dice: “¿O medio kilo de gomina o la gorra?”
-Vale, así está bien-Me dice. Luego, me indica a que salga por la puerta. Entonces, paseo tranquilamente – mi madre no, ella va a paso ligero – Hasta que encontramos a un hombre de la edad de mi madre, de pelo moreno oscuro y ojos castaños. Alto, con gafas. Oh, no... Este tipo otra vez no. Le lanzo una mirada asesina al hombre y luego, miro a mi madre. Por favor...
-Víctor, compórtate.-me dice con un susurro.-¿No podrías al menos intentar llevarte bien?
Es Carlos, el nuevo novio de mi madre. Y no, no me cae para nada bien. Es... es... ¡arg! Vale, ni si quiera yo sé decir qué tiene de malo, pero el caso es que me cae mal. También, es porque me da regalos. ¿Y eso qué es? Es como un soborno. La pregunta es, ¿tan cruel es mi madre para llevarme a una cita con ellos? Al ver al lado de Carlos, veo a un chico algo más pequeño que yo. Suspiro. Soy una herramienta para que se queden solos, ¿verdad? El chico se llama Marcos, es el hijo de Carlos. Los dos terminan en “os” Carlos y Marcos. Qué original... Ellos dos van hacia un bar, a tomar una tapa y a nosotros... Pues bueno, nos largamos a algún sitio. Marcos es un chico bastante pesado, no para de hablar. “¡Mi consola se ha roto y no puedo jugar!” “Odio la verdura” “¿Sabías que ayer me encontré un pintalabios en mi hamburguesa?” Esos son los principales temas, lo que hago yo cuando alguien me habla de un tema que no me importa, es asentir y decir: “Ah, vale” Y así hasta que de repente, paro de oír la voz de Marcos. Yo sigo hacia delante, pensando que Marcos tiene ya la boca seca de tanto hablar. Pero tanto silencio no es normal, así que me giro, a ver que le pasa. Me encuentro con que el chico está petrificado, con la boca abierta, como si fuera a decir algo.
-Vamos, deja de hacer tonterías.-Suspiro y me acerco a él. Intento moverlo, pero imposible. Es como si fuera una estatua. No, no. No puede ser... Miro a mi alrededor. Las personas que estaban andando también están ahora petrificadas y sin poder moverse. Solo pienso en qué podría pasarle a mi madre, lo cual, salgo corriendo a buscarla. Creo que es este bar en el que fue con Carlos... Si, es él. Para mi sorpresa, ella puede moverse, ahora, intenta mover a Carlos.
-¡Vamos, vamos!-Empieza a decir-¡No puede ser que tan solo yo pueda moverme!
-Mamá, no te alarmes-Dicho esto, ella se da cuenta de que yo estaba ahí. Va a abrazarme, aunque a mí no me gusta mucho, pero bueno. Sé que esto es obra del maldito libro. Porque, ¿qué cosas raras me han pasado? ¿Algunas más? No, no. Todas las cosas extrañas que me pasen serán culpa de Érakon. Aunque yo sepa que esto es obra de Érakon, no estoy tranquilo. ¿Por qué mi madre y yo podemos movernos? Creí que Isabel y yo eramos los únicos que sabían el secreto del libro. No será porque...
Empiezo a recordar las palabras del libro.
“... Por cierto, si no lo conseguís, grandes desgracias caerán sobre vuestras familias... Y sobre vosotros...”
Pero, ¿es que acaso no los hemos conseguidos? Todos los elementos... Son fáciles, excepto el aire, claro... Pero, era el plazo de una semana, ¿por qué nos pasa esto? Entonces, siento como algo roza mis pies. Era algo frío, bastante frío... Bajo la vista y puedo ver que es agua. Mi madre grita de nuevo. Pues vaya, mira que bien... El agua empieza a subir, a subir, y a subir. Cada vez más rápido. Nos llega hasta las rodillas, lo cual, nos subimos a una mesa. Y el agua empieza a subir, cada vez más. Unas voces dicen: “abre el puente hacia Érakon”. Ya nos llega el agua al cuello,casi no podemos respirar.
-¡Está bien!-Exclamo-¡Abriré el puente, pero ahora, dejad a mi madre y a mí!-El agua sigue, entonces, nos engulle y los dos acabamos en su interior...

-... ¡Víctor!... ¡Hace tiempo que no dices nada!-Escucho una voz-Me giro y puedo ver que a mi lado, está Carlos. Debe de haber estado diciéndome cosas. Me toco el cuerpo, puedo ver que estoy seco y vivo. Pero tengo tanto frío que estoy tiritando.
-Ah... lo siento, estaba distraído-Le digo.

Al terminar la noche, le pregunto a mi madre si se acuerda de ello, esta es su respuesta:
-¿Qué? Debes de tener alucinaciones-Suelta una divertida carcajada. No me gusta que no me crean, pero mejor así. Quiero mantener el secreto de Érakon rápido. Mañana, nada más llegar al parque, le diré a Isabel lo que me ha pasado. Y que tenemos que darnos prisas, espero que a ella no le ocurran cosas así.

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